Finalizaba la década del ´60 y “ellos” terminaban una etapa importante de la vida: la escuela primaria. Habían compartido desde las primeras palabras labradas en lápiz, hasta los primeros intentos de amor.

Dejaron atrás recreos y risas, aprendizajes y vida para empezar una nueva etapa, llena de expectativas, preguntas y sorpresas.

Hoy, cincuenta años después y de la mano de un ángel inquieto que quiso, no sólo recordar a aquellos queridos compañeros sino saber de ellos, tejió redes, hilvanó mensajes, entramó, por fin, el primer encuentro que los reunió.

Verse a la cara, reconocerse, traer sobre las espaldas preguntas respondidas y caminos recorridos fue el común denominador del grupo. Pero la base, esa base imborrable que se animó traer  aquellos niños a la vida y amalgamarse en los abrazos, fue el gran logro.

Y desde esos años del siglo XX, hasta estos años del siglo XXI, aparece la necesidad de que perdure en un testimonio escrito, todas esas vidas: las que están, las que no están y las que, ojalá desde donde estén, lean estas páginas.

Nilda Lacabe