El autor nos introduce en el mundo peculiarmente erudito y fantástico del lirismo Borgeano, mediante una mirada que trasciende los márgenes literarios convencionales; para poder apreciar sus contrapuestos valores estéticos, que evolucionarán desde un estilo ultraísta durante el inicial período de juventud, mutando posteriormente, (previa etapa de arrogante nacionalismo criollista inscripta en “El tamaño de mi esperanza”, ensayos, 1926); hacia esa forma culturalmente clásica (desde el año 1927 cuando el ciclo Martinfierrista puede considerarse concluido), expresada en su madurez literaria cosmopolita, vinculada tanto a un remoto pasado como al devenir contemporáneo, tamizado por disquisiciones metafísicas de orden ontológico y urbano. Resumiendo distintos tópicos, se destaca en particular el análisis pormenorizado de “El Aleph” (1949); revelándonos sintéticamente, con cierta perspectiva multifacética, que verbigracia, los personajes Beatriz y Daneri son sosias del propio Borges, donde Daneri representa la época juvenil, y a la vez el super-yo del mismo; en tanto Beatriz emblematiza al ánima Jungiana, y el ello de Borges; así como la casa de Daneri es una metáfora del Alma de Borges, que anuncia con su demolición el derrotero del espíritu cósmico.

La segunda disertación propuesta en “El Heresiarca”, sin academicismo alguno, es de índole mística; también breve, versa sobre la naturaleza del 666 y el problema del mal. Quizás más providencial que meditado, pues lo central del tema se dio con la lectura de Apocalipsis 13,18; donde, en una suerte de insight, vi cierta relación numérica entre este versículo y el Génesis. Llevándome a vincular cada 6 con la desobediencia del hombre, revelándose un orden matemático, siendo esto lo medular del escrito, pues el resto carece de trascendencia medido con tal hallazgo.